sábado, 12 de mayo de 2007

PROCLAMA DE SIMON BOLIVAR A LOS SOLDADOS DEL EJERCITO LIBERTADOR


Simón Bolívar, jefe Supremo de la República de Venezuela, a los soldados del Ejérci­to Libertador.

Soldados:
Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa Patria, conspiración y deserción. Un tribunal justo y legal ha pronunciado la sentencia contra aquel desgraciado ciudadano que, embriagado con los favores de la fortuna y por saciar su ambición, pretendió sepultar la Patria entre sus ruinas. El general Piar, a la verdad, había hecho servicios importantes a la República, y aunque su conducta había sido siempre la de un faccioso, sus servicios fueron pródigamente recompensados por el Gobierno de Venezuela. Nada quedaba que desear a un jefe que había obtenido los grados más eminentes de la milicia. La segunda autoridad de la República, que se hallaba vacante de hecho por la disidencia del general Mariño, iba a serle conferida antes de su rebelión; pero este general, que sólo aspiraba al mando supremo, formó el designio más atroz que puede concebir un alma perversa. No sólo la guerra civil, sino la anarquía y el sacrificio más inhumano de sus propios compañeros y hermanos se había propuesto Piar.
Soldados: vosotros lo sabéis: la igualdad, la libertad y la independencia son nues­tra divisa. ¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes? ¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? La odiosa diferencia de clases y colores ¿no ha sido abatida para siempre? Los bienes nacionales ¿no se han mandado repartir entre vosotros? La fortuna, el saber y la gloria ¿no os esperan? Vuestros méritos ¿no son recompensados con profusión, o por lo menos con justicia? ¿Qué quería, pues, el general Piar para vosotros? ¿No sois iguales, libres, independientes, felices y honrados? ¿Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no. El sepulcro de la República lo abría Piar con sus propias manos, para enterrar en él la vida, los bienes y los honores de los bravos defensores de Venezuela, de sus hijos, esposas y padres.
El cielo ha visto con horror este cruel parricidio. El cielo lo entregó a la vindicta de las leyes. El cielo ha permitido que un hombre que ofendía a la divinidad y al linaje humano no profanase más tiempo la tierra que no debió sufrirlo un momento después de su nefando crimen.
Soldados: el cielo vela por vuestra salud, y el gobierno que es vuestro padre, sólo se desvela por vosotros. Vuestro jefe, que es vuestro compañero de armas, y que siempre a vuestra cabeza a participado de vuestros peligros y miserias, como también de vuestros triunfos, confía en vosotros. Confiad pues en él seguros de que os ama con el amor de un padre.
(Cuartel General de Angostura, 17 de octubre de 1817, año 7° de la Independencia).

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