domingo, 10 de abril de 2011

DESENTRAÑANDO COLOMBIA - La búsqueda de Luz. By Patricia Simón.

Luz en primer plano, mientras su marido consuela a su madre
(Javier Bauluz / Periodismohumano)


En un país con cuarenta y cinco millones de habitantes, casi tres millones de desplazados y 38.000 desaparecidos en las cuatro décadas de conflicto que lleva sufriendo es difícil encontrar a alguien que no tenga alguna víctima entre sus allegados. Y muy fácil encontrar a familias enteras que han sufrido el azote despiadado de la violencia sobre varios de sus miembros. Ése es el caso de Luz Agüelo, una joven de veinticuatro años, hija de campesinos y perteneciente a ese 46 por ciento de la población de Colombia que es pobre, y en muchas ocasiones, al 18% de éstos que viven en la indigencia y que no tienen recursos para el consumo mínimo de las calorías necesarias. Tanto es así, que hoy su madre, para que pudieran viajar hasta el lugar donde supuestamente está enterrado su hermano, víctima de los paramilitares, ha tenido que pedir un préstamo. “No sé que nos tocará hacer para pagarlo pero lucharemos para pagarlo y seguir adelante”.

Hasta los quince años, ayudar a su madre a criar a sus seis “hermanitos”, como ella los llama, y cultivar el pedazo de tierra que tenían eran sus principales problemas. Fue entonces, cuando ingresó en la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) según ella de forma forzada: “iban por las veredas y cogían a los pelaos (niños) y ya”. Allí pasó dos años de los que habla mucho sobre su formación como enfermera y labores propias de mantenimiento (cocinar, buscar leña, limpiar…) y muy poco sobre los combates. Sólo cuando explica por qué se escapó menciona un disparo que le alcanzó en un enfrentamiento con el Ejército. “Me cansé de ver tanta injusticia, cómo tumbaban pueblos enteros, cómo mataban niños, gente inocente. La ideología es bonita (…) pero los hechos son muy atroces”. Luz se inscribió entonces en el Plan Nacional de Reinserción del Comité Operativo para la Dejación de las Armas como desmovilizada de la guerrilla. “Por haberme entregado voluntariamente, supuestamente teníamos algunos derechos como un capital semilla para reintegrarnos a la sociedad, pero nunca lo cumplieron”. Luz Agüelo asegura que entregó armas, munición así como documentos de la organización. Según estos datos, el Estado debería haberle concedido una ayuda económica de quince salarios mínimos mensuales, en el caso de que quisiera estudiar grados superiores el 50 por ciento de los gastos, así como seguro médico y una ayuda para emprender micro empresas u otros proyectos laborales. Nada de esto se ha cumplido.
Pero el pertenecer a la guerrilla no le evitó perder familiares a manos de ninguno de los bandos de esta guerra. Un tío asesinado por los paramilitares, otro tío en un ataque a una estación de policía del pueblo antioqueño San Franciso por parte de las FARC, un hermano miembro también de la guerrilla asesinado por paramilitares junto a siete amigos, todos ellos menores de edad, y finalmente su hermano Norvey, de diecisiete años que fue asesinado cuando iba a visitar a su novia por los paramilitares.
 
Luz Agüelo sabe desde hace diez años dónde está enterrado su hermano Norvey. Alguien le había mostrado el lugar pocas semanas después de la desaparición. Pero de aquello hace diez años y entonces no eran tiempos apropiados para ir a desenterrarlo, denunciar su desaparición y ni tan siquiera para hablar mucho del asunto. Su pueblo, San Francisco en el departamento de Antioquia, ha sido muy castigado por la guerrilla y por los paramilitares. Y es muy probable que se cruzaran con los asesinos a menudo.

Así que hoy, tras muchos años de silencio, su madre, una mujer silenciosa, robusta y con un rostro de profundas arrugas que le echan encima veinte años más de los cuarenta y pocos que tiene, y ella han emprendido el camino hacia la montaña acompañadas por un equipo de la Fiscalía de Antioquia que a la semana hace una media de cuatro búsquedas de víctimas de los paramilitares, guerrillas y Ejército. Junto a una loma dedicada al cultivo de patatas, tras un par de intentos fallidos y gracias a la pericia del forense que ya intuye los lugares elegidos por los asesinos, el olor de la tierra extraida con una sonda presagia que ahí, justo debajo de nuestros pies hay enterrado alguien o algo. Por el olor y la textura, el forense anuncia que el cadáver de lo que hay enterrado ahí es más reciente que el de su hermano. “Así nos ha pasado, que vamos por uno, no lo encontramos y nos llevamos a otro”, explica el forense a Luz cuando se asusta ante la posibilidad de encontrar los restos que no sean los de su hermano. Tras la excavación de un pequeño agüjero, el forense encuenra un escapulario y confirma “Aquí hay un paciente”.

La madre se acurruca tras un árbol. Llora, aunque contenida. Más bien parece petrificada. Su hija pregunta “¿Y si las pruebas de ADN demuestran que no es mi hermano, seguirán buscándolo?”, pregunta Luz. “Claro, el problema es que por esta zona unos amiguitos tuyos dejaron unas bombitas” le contesta el forense, que trabaja codo con codo con los militares para poder acceder a zonas de presencia guerrillera. Muchos compañeros han perdido miembros del cuerpo por el efecto de las minas antipersona fabricadas artesanalmente, o incluso la vida.

Pero la madre y la hermana del “paciente” no han venido solas. Les acompaña el marido de la joven, un ex paramilitar con el que se casó hace unos cuatro años y con el que comparte la vida como desmovilizados y un pasado vinculado directamente a la guerra, aunque enfrentados. Son muy afectuosos entre ellos. Han caminado de la mano todo el camino y él le acaricia la cara cuando ella empieza a tiritar ante el descubrimiento, poco a poco, de un cuerpo pequeño, vestido con botas de agua. El sitio del enterramiento coincide con un riachuelo de agua subterránea. Éste hecho ha favorecido la conservación del cuerpo de algunos de los tejidos del cuerpo que, junto al agua, rellenan la ropa dando la falsa impresión de que bajo éstas sigue habiendo carne.

La madre reconoce la ropa, la hermana recuerda que tenía el pelo igual de largo que algunos de los que aún hoy permanecen pegados al cráneo. El marido ex paramilitar tiene los ojos vidriosos y el rostro colorado. Cuesta imaginar los pensamientos que cruzaran su mente. No habla en todo el día. Se turna en la tarea de consolar a su suegra y a su esposa. Ambas permanecen como dos fantasmas.

El forense recoge los restos ayudado por los ropajes, lo que evita que la madre tenga que ver huesos ni otras sustancias que hagan más duro el momento. Apenas una hora más tarde, apenas quedan huellas de lo ocurrido. El propio ex paramilitar junto al ayudante del forense ha rellenado con tierra la fosa. Una bolsa de plástico negro precintada, de apenas cuarenta centimetros cuadrados, basta para lo que ha quedado de este joven.

De camino al hospital más cercano en una furgoneta pick up de la Fiscalía, el matrimonio de jóvenes viaja en la bañera del automóvil junto a la bolsa de los restos. Los socavones del camino provocan que la bolsa se mueva entre sus pies. La hermana tiene un rictus de recogimiento, mientras su marido no deja de abrazarla en un respetuoso silencio. “Muchos piensan que uno hace esto por interés de un dinero que le van a dar, pero no. Uno hace esto porque tiene la oportunidad de recuperar a sus familiares y para uno es una gran satisfacción. Que uno es muy pobre y acepta las ayudas que le den, pues claro. Pero, eso no va a tapar todo el daño y el dolor que los paramilitares nos hicieron. Uno no olvida”.





INGLES.

In a country with forty-five million people, almost three million displaced and 38,000 missing in the four decades of conflict that suffering is hard to find someone who does not have any casualties among their relatives. And very easy to find entire families who have suffered the scourge ruthless violence on several of its members. That is the case of Luz grandfather, a young twenty-four year old daughter of peasants belonging to the 46 percent of Colombia's population is poor, and in many cases, to 18% of those living in poverty and not afford to eat enough calories minimum. So much so that today his mother, so they could travel to the place where he allegedly buried his brother, a victim of the paramilitaries, had to borrow money. "I do not know which we will do to pay but will fight to pay it and move on."

To fifteen years, helping his mother raise his six "brothers" as she calls them, and cultivate a piece of land they had were their main problems. It was then, when he joined the guerrilla National Liberation Army (ELN) as a forced her "were on the sidewalk and caught the pelaos (children) and now." He spent two years which speaks volumes about his training as a nurse and work proper maintenance (cooking, gathering wood, cleaning ...) and very little about the fighting. Only when he explains why he escaped mention a shot that hit him in a confrontation with the army. "I got tired of seeing so much injustice, as tombs entire villages, children being killed, innocent people. Ideology is beautiful (...) but the facts are appalling. " Light then enrolled in the National Rehabilitation Plan of the Operational Committee on Laying Down Arms and demobilized guerrillas. "For having given up voluntarily, presumably had some rights as seed capital to reintegrate into society, but never met." Light grandfather says he gave weapons, ammunition and documents of the organization. According to these data, the State should have granted financial assistance of fifteen times the minimum wage, in the case of wanting to study higher degrees, 50 percent of the costs and health insurance and assistance to undertake micro-enterprises or other work projects . None of this has been accomplished.

But the members of the guerrilla did not prevent him losing family at the hands of either side of this war. An uncle murdered by paramilitaries, another guy in an attack on a village police station Antioquia San Francisco by the FARC, a brother also a member of the guerrilla killed by paramilitaries with seven friends, all minors, and Norvey brother finally, seventeen years who was killed when he went to visit his girlfriend by the paramilitaries.

Light grandfather for ten years knows where her brother is buried Norvey. Someone had shown the place a few weeks after the disappearance. But that ten years ago and then there were appropriate times to go dig it up, exposing her disappearance and not even to talk much about it. His people, San Francisco in the department of Antioquia, has been hit by guerrillas and paramilitaries. And it is very likely to cross with the murderers often.

So today, after many years of silence, his mother, a quiet, sturdy and with a deeply lined face throw you over twenty years of the forties has, and she has taken the road up the mountain accompanied by a team of the Office of Antioquia that a week ago an average of four searches for victims of the paramilitaries, guerrillas and the army. Next to a hill planted with potatoes after a couple of failed attempts, thanks to the expertise of forensic intuition and the places chosen by the murderers, the smell of the soil extracted with a probe portends that there, right under our feet are buried someone or something. From the smell and texture, the coroner announced that the corpse of what is buried there is more recent than his brother. "This has happened to us, that we are one, is not found and we got to another," says forensic light when frightened at the prospect of finding the remains are not those of his brother. After digging a small hole, the coroner, housed a scapular and confirms "Here is a patient."

The mother is nestled behind a tree. Cry, but contained. Rather, it seems petrified. His daughter asks, "What if DNA tests show that it is my brother, still searching," asks Light. "Of course, the problem is that some friends around here yours left some bomblets" replied the coroner, who works closely with the military to gain access to areas of guerrilla presence. Many comrades have lost limbs due to the effect of landmines manufactured by hand, or even life.

But the mother and sister of "patient" have not been alone. They are accompanied by the young husband, a former paramilitary who married four years ago and with whom he shared life as a past demobilized and connected directly to the war but faced. They are very affectionate with each other. They walked hand in hand all the way and he strokes her face when she begins to shiver at the discovery, little by little, a small body, clad in rubber boots. The burial site coincides with a stream of groundwater. This fact has favored the preservation of the body of some tissues of the body, along with water, fill the clothes giving the false impression that there is still meat on them.

The mother recognized the clothes, the sister recalled that he had long hair like some of those that still remain attached to the skull. The former paramilitary husband's eyes are glassy, ​​his face red. Hard to imagine the thoughts that crossed his mind. He does not talk all day. It passes the task to console his mother and his wife. Both remain two ghosts.

The coroner helped collect the remains of the clothing, which prevents the mother has to do with bones or other substances that make it harder this time. Barely an hour later, there are hardly any traces of what happened. Former paramilitary himself next to the coroner's assistant has filled the pit with earth. A black plastic bag sealed, in just forty square inches, enough for what has become of this young man.

On the way to the nearest hospital in a van pick up for the prosecution, the young couple traveling in the cockpit of the car next to the bag of remains. The road tunnels cause the bag to move between your feet. The sister has a rictus of concentration, while her husband continues to hold her in respectful silence. "Many people think you're doing this for interest on money you will be given, but no. One does this because he has the opportunity to win back his family and one is a great satisfaction. That one is very poor and agrees to give aid, but of course. But that will not cover all the damage and pain that the paramilitaries did to us. One does not forget. "

No hay comentarios: